Un hombre joven, cargando una pesada maleta, llega caminando hasta la entrada de un pueblo. Allí, sentado en una roca
, hay un anciano fumando su pipa.
-¿Cómo es la gente de este pueblo?- se anima a preguntarle.
-¿Cómo era la gente del pueblo del que vienes?- le responde el anciano.
-Aquella gente era muy desagradable, ladrones, aprovechados, malhumorados y tristes.Cada día trataban de aprove-
charse y sacar un beneficio de su vecino. El chisme y el remordimiento eran moneda corriente allí. Por eso pregunto
antes de entrar.
– ¿Cómo es aquí la gente?
-Me temo-dijo el anciano-que no vas a encontrar mucha diferencia.Aquí la gente es igual a la del lugar de donde
vienes. Lo siento.
-Entonces creo que seguiré hasta el próximo pueblo -dijo el joven antes de continuar su camino-. Adiós.
-Adiós-dijo el viejo mientras seguía fumando su pipa.
Pasaron unas horas y otro joven, muy parecido en su aspeto y actitud al anterior, se acercó al anciano.
-¿Cómo es la gente de este pueblo?- le preguntó también.
-¿Cómo era la gente del pueblo del que vienes?- respondió nuevamente el anciano.
-Oh, mi gente era muy agradable. El lugar donde nací está poblado de gente maravillosa. Todos se ayudan unos a
otros. El amor y la compasión eran moneda de cambio allí, y uno siempre se encontraba en la calle o en el bar con
alguien a quien contarle un problema o con quien compartir una alegría. Me dolió tener que irme. ¿Cómo es por aquí?
-¿Aquí?- dijo el anciano-. Aquí no encontrarás mucha diferencia. En este pueblo la gente es igual a la del lugar de
donde vienes. Bienvenido.
Y el joven entró en el pueblo.